Los Riscos del Molar




Una joya geológica ignorada, olvidada o menospreciada. Un gigantesco testimonio de los tormentosos cambios experimentados por la Tierra en uno de los periodos más activos de su formación.

Vista panorámica

Estos riscos del Soto, apelmazados, tenebrosos amenazan continuamente con desprendimientos que aplastarían a cualquiera que se decidiese a acercarse a su base de más de doscientos metros lineales. Pero eso no sucede todos los días.

La distancia engaña. Contemplados desde lejos, es fácil hacer cuentas de su inocencia, pero vistos de cerca, su aspecto cambia. Tienen el encanto de lo monstruoso, de lo profundamente secreto. Son aterradoras.

Sus fantásticas formas no son comparables a nada en el territorio manchego. En apariencia sin vida, con su color y su estructura particulares, poseen una belleza hipnótica, capaz de retener la mirada de los amantes de los más extraños fenómenos naturales.

Los del Molar son unos riscos que forman parte lateralmente de la cuenca del río Tajo en su parte más llana, desde que abandonan el accidentado paisaje de la serranía de Cuenca. Al alcanzar la vega villarrubiera, el Tajo no encuentra dificultades para avanzar sin sobresaltos, recreándose con el reflejo en sus aguas de los árboles de sus márgenes, que ya no son de piedra, dejando atrás la estrechez bloqueadora.


Los riscos y el río, no muy distantes unos de otros, son los principales elementos que dan el atractivo que tiene esta zona. La explanada verde y llana de los maizales en primavera, cambiantes en intensidad y tonalidades cubre el espacio que media entre la movilidad continua del río y la inmovilidad de los riscos. En algún trecho, el río y los riscos recorren un camino paralelo que no les lleva al mismo sitio.

¿Cuál es el origen de la denominación Molar?  Hay quien supone que no se debe a su forma de dentadura, sino a la proximidad, en otros tiempos, de un molino de cereales movido por el agua encauzada del río.

El nombre tiene su importancia, pero inferior a como son estos riscos en la actualidad. Las mordeduras de los mares primitivos, los glaciares, las lluvias frecuentes y torrenciales, el contacto del aire huracanado, el calor han moldeado estos riscos tan espectaculares. Ante ellos se experimenta una excitación mezcla de entusiasmo y de miedo. Sólo los barrancos transversales, cubiertos de plantas, algunas sin catalogar botánicamente, tiene algo que podría definirse como risueño.


No obstante el desgarramiento tumultuoso de la masa de greda, tierra y espejuelo mezclados, en estos riscos perdura un considerable grado de armonía. El morro estratificado en vanas casas horizontales abre la serie de figuras que van sucediéndose en posturas difíciles hasta el final. Recuerda el cabezón de una esfinge. En su aislamiento, en su sufrimiento, si la piedra sufriera, puede reconocerse la acción demoledora de los agentes atmosféricos. La belleza del mojón natural, contemplado desde diferentes ángulos, es avasalladora. Aquí lo tenemos desde no se sabe cuándo y ahí lo tendremos quizás hasta que nuestro planeta deje de serlo.


Este morro, que trae a la memoria el de la desembocadura en el río del barranco de Villoría, con el chorro aumentado en forma de cascada de varios flecos. La réplica es un pedrusco de una pieza vertical, que se eleva monolítico sobre el resto. Es conocido con el nombre de "Morreón" y se asegura que los días despejados, invariablemente, su sombra coincide, como en un reloj de sol, con la señal horaria de la una.

Al atardecer, la luz desaparece lentamente de los pequeños barrancos que cortan los riscos de arriba abajo. La invasión de la oscuridad que esperan los murciélagos y las lechuzas, no alcanza todavía a lo más alto de los peñascos agujereados y resquebrajados. Presintiendo la llegada de la noche, bandadas de pájaros de las más diversas especies revolotean y se introducen a toda velocidad en sus nidos sin equivocarse. En algunos momentos, y según la orientación de los bloques pedregosos, sobre el gris de la greda y el color de la tierra común, los últimos rayos de Sol arrancan al espejuelo destellos de plata oxidada.


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